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TEXTO NARRATIVO

EL SÓTANO

Era una noche de verano, cálida y tenebrosa al mismo tiempo. Estaba de vacaciones con mis padres en la casa donde nací, pero esa noche era diferente a las demás.

Después de cenar, me fui a dormir y estando acostada en mi cama de repente escuché un ruido que me asustó. Parecía proceder del sótano de la casa ya que se oía lejano, pero pensé que podría ser un ruido natural provocado del crujir de la madera vieja. Tuve la tentación de levantarme guiada por la curiosidad, pero recordé la prohibición de mis padres a acceder al sótano. Me habían avisado de los peligros que había por el deterioro del suelo, pudiendo sufrir un accidente, pero la curiosidad y el miedo me atraían hacia ese lugar cada vez más. Intenté no hacer caso de los ruidos y volver a dormirme, pero a medida que pasaba el tiempo se iban haciendo más fuertes y persistentes hasta el punto de ser insoportables. Salí de mi cama y me dirigí al sótano, intentando no hacer ruido para no despertar a mis padres. Bajé las escaleras con cuidado hasta acceder al pasillo que conducía hasta el sótano. Delante de mí estaba la vieja puerta que accedía al lugar. Tuve miedo, pero decidí abrirla. Sentía un frío helador en todo mi cuerpo debido a la tensión del momento. Se podía ver entre las sombras que se reflejaban, el ambiente tenebroso que te dejaba sin alma a cada paso que daba. Pude llegar al interruptor para encender la luz, que colgaba de una vieja viga de madera. De repente, como salidos de la nada, una veintena de murciélagos revoloteaban asustados buscando una salida. Asustada me resbalé y caí en un agujero quedando cubierta y atrapada sin posibilidad de salir por mí misma, perdiendo el conocimiento debido al impacto y el miedo. Desperté al cabo de un tiempo y empecé a oír ruidos que se iban acercando hasta donde yo me encontraba. Se me apoderó el pánico y empecé a gritar: - ¿Quién hay ahí?- Fue entonces cuando vi una figura humana acercándose cada vez más y más donde yo estaba. Estaba ya muy cerca cuando pude ver a un hombre de unos tres metros de altura, pálido, de ojos negros, delgado, con barba larga y blanca llevando puesto un abrigo negro viejo y sucio. Extendió su mano hacia mí diciéndome: - No te asustes, no quiero hacerte daño, estás a salvo- Asustada le respondí: - Quién eres? ¿Qué haces en este lugar? - Y me respondió: -Esta es mi casa-. Asombrada por todo lo ocurrido, le contesté: -Es mi casa y la de mis padres desde hace mucho tiempo -. Debes irte, aquí no hay nadie más-.  De repente me vi fuera del agujero sin saber cómo había salido. Le dije que le ayudaría a encontrarse con su familia. Entonces busqué entre unas cajas de cartón arrinconadas en una esquina del sótano y vi un montón de fotos antiguas con gente que no conocía. Eran fotos en blanco y negro viejas por el paso de los años, donde se podía aún ver una familia con ropajes de otros tiempos, identificando al hombre en entre ellas. Se veía a una mujer y un hombre sentados en unas sillas, rodeados de perros en el jardín de lo que parecía nuestra casa. En esta foto se veía una fecha escrita a mano en la que se indicaba año 1880. Enseguida comprendí que este ser no estaba vivo, que podía ser un espíritu perdido y vagando por este lugar. Le dije que estuviera tranquilo y que sería feliz. Me desperté en mi cama, sin saber cómo había llegado hasta allí. Bajé deprisa al comedor para contarles lo ocurrido a mis padres. Me dijeron que antiguamente había vivido una familia y que la mujer les vendió la casa a mis abuelos. Me dijeron que había tenido una pesadilla y que no le diera importancia. El tema se cerró y pasamos el día en el pueblo cercano. Al llegar la noche salí al jardín. Era una noche fría, y me senté en el porche de la casa. En ese momento vi al hombre del sótano salir de la casa, rodeado de una luz que parecían cristales brillantes que iba dejando a medida que andaba. Ya no se veía la ropa sucia y vieja, era como si el tiempo no hubiera pasado para él ya que tenía el aspecto de la foto del sótano. Se giró hacia mí con una hermosa sonrisa y de pronto, como de la nada, vi salir a una hermosa mujer, con un vestido blanco, que se dirigía hacia él. De repente oí unos ladridos de perros y al volverme pude ver como un montón de perros parecidos a los galgos correteaban a su alrededor. Esa sería la última vez que los vi.

 

Carlota Fons, 1º Bachillerato

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